Revisando nuestra bodega puede que descubramos alguna botella de Cava que quedó de la última celebración. Es entonces cuando pueden surgir dos preguntas: ¿cuánto tiempo dura este producto en buen estado? y ¿cuál es la mejor manera de conservar la botella para que no se estropee?
El primer consejo que podemos aportar para resolver ambas cuestiones es apostar por consumir la botella. Efectivamente, buscar una buena excusa y disfrutarla de la forma más deliciosa posible.
El cava es un vino espumoso que se caracteriza por su doble fermentación en botella mediante el método tradicional. Es un producto fantástico para maridar con una gran variedad de propuestas gastronómicas: arroces, aperitivos, quesos, carnes, pescados, mariscos o incluso sushi.
Si bien es cierto que algunas personas prefieren reservarlo para ocasiones especiales, las combinaciones son amplias y variadas, perfectas para disfrutar de las virtudes del producto en cualquier momento. En particular, la gama de Cava Castell d’Or ofrece una amplia variedad de productos, lo que permite encontrar el cava más adecuado según los gustos de cada consumidor.
Si aun así deseamos reservar la botella, debemos tener en cuenta que, en el momento de su venta, el cava se encuentra en condiciones óptimas para su consumo. El cava no caduca, ya que es un alimento no perecedero, pero con el tiempo y ante variaciones en las condiciones ambientales, pueden alterarse sus características organolépticas, como el color, el aroma o el sabor.
Su consumo preferente se sitúa entre uno y dos años. Son productos en los que no figura una fecha de caducidad; lo que aparece en la etiqueta o en el embalaje es la añada o el número de lote, que puede tomarse como referencia.
El cava no caduca, pero sí evoluciona. Transcurrido este tiempo preferente, conviene comprobar que ninguna de sus características se haya modificado.
Debemos prestar atención a aspectos como el gas carbónico: hay que observar que produzca burbujas constantes y que se noten también en el paladar. Si no se percibe el carbónico, probablemente el cava haya perdido su estado óptimo. Del mismo modo, el aroma debe ser agradable y no presentar ningún olor extraño.
El color también nos da pistas sobre el buen estado del producto y su grado de evolución: los cavas jóvenes tendrán un tono más pajizo, mientras que los cavas con mayor crianza mostrarán un color algo más intenso. Y, por supuesto, el sabor debe resultar agradable y más o menos complejo según su tiempo de crianza.
Para minimizar al máximo la pérdida de sus características organolépticas, el cava debe conservarse a una temperatura aproximada de 12 o 13 grados, estable y sin variaciones notables. En este sentido, conviene evitar fuentes de calor y la exposición directa al sol. Un lugar fresco y con luz tenue será el ideal. En cuanto a la posición, es mejor mantener la botella en vertical, evitando así que el líquido toque el corcho y lo humedezca, conservándolo en mejores condiciones. De igual modo, si se guarda en la nevera para su consumo, es preferible colocarla en un lugar estable, evitando la puerta del frigorífico, donde las oscilaciones de temperatura son mayores.
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